“Porque largura de días y años de vida
Dios no nos da mandamientos para limitarnos, sino para bendecirnos, preservarnos y llenarnos de plenitud. En este versículo, el Señor revela una hermosa consecuencia de guardar Su ley y Sus mandamientos en el corazón: una vida larga, llena de propósito y con verdadera paz.
La bendición de una vida larga
Cuando la Palabra de Dios guía nuestras decisiones, hábitos, relaciones y prioridades, estamos caminando por un sendero que naturalmente prolonga la vida y mejora su calidad. No se trata solamente de sumar años, sino de vivir esos años con sabiduría, dignidad y fruto espiritual.
La obediencia al Señor nos libra de muchos peligros innecesarios, de caminos violentos, de alianzas destructivas y de la insensatez que acorta la vida. Quien teme a Dios y ama su Palabra se aparta del mal, perdona en lugar de guardar rencor, busca la paz, honra a sus padres, y vive con dominio propio. Todo esto contribuye a una vida más larga y más plena.
Años de vida con sentido
El pasaje no solo menciona “largura de días”, sino también “años de vida”. No es solo vivir más, sino vivir con propósito. Cada año que pasa es un regalo, y cuando lo vivimos conforme al corazón de Dios, se vuelve significativo, eterno en su fruto.
Los años vividos en Cristo están llenos de testimonio, de amor sembrado, de verdades transmitidas, de batallas ganadas en fe. Son años que no se pierden, sino que se almacenan como herencia espiritual para los hijos, para la iglesia, para el Reino.
Paz que aumenta
La paz que el mundo da es momentánea, frágil y superficial. Pero la paz que Dios promete es una paz que crece con los años, que se arraiga más profundo en el alma conforme se vive en obediencia. Es una paz interior que no depende de las circunstancias, sino de la comunión constante con el Creador.
Cuando vivimos bajo sus mandamientos, el corazón no vive atormentado por la culpa, el temor o la duda. La obediencia produce descanso. Nos permite dormir tranquilos, hablar con sinceridad, actuar con integridad y vivir sin máscaras. Esa paz no se compra, pero Dios la aumenta en quienes le buscan con sinceridad.
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