Dios nos llamó a servir, y a servir con amor.
Cuando nos adentramos en esto, comprendemos que estos no son simplemente mandamientos o estatutos fríos de disposiciones antojadizas dadas por sí, sino que en realidad encierran la verdad del evangelio, el amor. Y el amor trae consigo aparejado el servicio, como esencia misma.
No hay amor sin servicio, aunque pudiera haber servicio sin amor, que es por obligación o fuerza, o temor, y eso no es bueno.
Una gran parte de la vida del Salvador se dedicó a la enseñanza del amor, por lo que a veces se llama a su Evangelio “el Evangelio de amor”. Él nos enseñó que solamente cuando amamos a los demás somos Sus discípulos (véase Juan 13:35). Nos dijo que debíamos amar incluso a nuestros enemigos (véase Mateo 5:43–44). Sólo pocas horas antes de Su crucifixión, Jesús dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34).
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