En 1 Tesalonicenses 5:13, se nos exhorta de manera clara y amorosa: “Tened paz entre vosotros.” Estas palabras, cargadas de un profundo significado espiritual, nos llaman a cultivar y preservar la paz en nuestras relaciones dentro del Cuerpo de Cristo. Este mandato, dado por el apóstol Pablo, no es simplemente una sugerencia, sino un llamado a reflejar el carácter de nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida diaria.
La Paz: Un Fruto del Espíritu
La paz es uno de los frutos del Espíritu Santo mencionados en Gálatas 5:22-23. No es algo que podamos producir por nuestras propias fuerzas, sino un regalo divino que fluye de nuestra relación con Dios. Esta paz no depende de las circunstancias externas, sino de la presencia de Cristo en nuestros corazones. Como dijo Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).Cuando experimentamos esta paz en nuestras vidas, somos llamados a compartirla con los demás. El mandato de “tener paz entre vosotros” implica un esfuerzo activo por mantener relaciones armoniosas y sanar las heridas que puedan surgir en nuestra comunidad de fe. Como hijos de Dios, estamos llamados a ser pacificadores: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).
El Ejemplo de Cristo
Jesucristo es nuestro ejemplo supremo de paz. A través de su vida, muerte y resurrección, Él reconcilió al hombre con Dios, derribando la barrera del pecado que nos separaba de nuestro Creador. Efesios 2:14 declara: “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación.”
Siguiendo el ejemplo de Cristo, debemos esforzarnos por derribar cualquier barrera que se interponga en nuestras relaciones con otros creyentes. Esto incluye actitudes de orgullo, resentimiento, falta de perdón y divisiones. En lugar de permitir que estas cosas arraiguen en nuestros corazones, estamos llamados a revestirnos de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3:14).
El Perdón: Clave para la Paz
La paz entre nosotros solo es posible cuando practicamos el perdón. En Mateo 18:21-22, Pedro preguntó a Jesús cuántas veces debía perdonar a su hermano, y Jesús respondió: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.” Esta respuesta nos recuerda que el perdón no tiene límites, ya que refleja la gracia ilimitada que Dios nos ha mostrado.
El perdón no significa justificar el pecado o ignorar el dolor que nos han causado. Más bien, es una decisión de soltar la ofensa y confiar en que Dios hará justicia. Al perdonar, liberamos nuestros corazones de la amargura y permitimos que la paz de Dios gobierne en nuestras vidas.
La Unidad en la diversidad
La iglesia es un cuerpo compuesto por personas de diferentes trasfondos, personalidades y opiniones. Esta diversidad es una bendición, pero también puede ser un desafío. En Efesios 4:3, Pablo nos insta a esforzarnos “por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.”
Preservar la paz no significa ignorar nuestras diferencias, sino aprender a amarnos y respetarnos a pesar de ellas. Debemos recordar que nuestra unidad se basa en nuestra fe en Cristo, no en nuestras preferencias personales. Cuando nos enfocamos en lo que nos une, en lugar de lo que nos divide, podemos vivir en paz unos con otros.
Practicando la Paz en nuestra Comunidad
¿Cómo podemos vivir este mandato de “tener paz entre vosotros” en nuestras iglesias y comunidades? Aquí hay algunas prácticas clave:
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Orar unos por otros: La oración intercesora nos ayuda a desarrollar un corazón compasivo y nos une como cuerpo de Cristo.
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Hablar con amor: Evitemos las palabras que dividen y elijamos palabras que edifiquen y animen a los demás (Efesios 4:29).
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Resolver conflictos de manera bíblica: Sigamos el modelo de Mateo 18:15-17 para abordar los malentendidos y las ofensas de manera respetuosa y amorosa.
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Practicar la humildad: Reconozcamos nuestras propias faltas y estemos dispuestos a pedir perdón cuando sea necesario (Filipenses 2:3).
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Fomentar la inclusión: Hagamos un esfuerzo consciente por incluir a todos, especialmente a los más vulnerables y marginados, en nuestras comunidades de fe.
La Paz como Testimonio
Cuando vivimos en paz unos con otros, damos testimonio del poder transformador del evangelio. En un mundo lleno de conflictos y divisiones, nuestra unidad y armonía como cuerpo de Cristo son una luz que atrae a los que están en tinieblas. Como dijo Jesús: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).
Además, nuestra paz interna y externa glorifica a Dios. Romanos 15:5-6 dice: “Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.”
♥ Conclusión ♥
“Tened paz entre vosotros” no es solo un mandato, sino una invitación a vivir en la plenitud de la gracia de Dios. Cuando abrazamos la paz de Cristo en nuestros corazones y la extendemos a los demás, experimentamos la alegría y el gozo que provienen de una relación íntima con nuestro Creador.
Que cada uno de nosotros sea un instrumento de paz en nuestras familias, iglesias y comunidades. Recordemos siempre que somos embajadores de Cristo, llamados a reflejar su amor y su luz en un mundo que tanto lo necesita. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde nuestros corazones y nuestras mentes en Cristo Jesús (Filipenses 4:7). ¡A Él sea toda la gloria!
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