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domingo, 20 de septiembre de 2020

Abstenerse de todo mal

 En 1 Tesalonicenses 5:22, el apóstol Pablo nos da una instrucción clara y concisa: “Absteneos de toda especie de mal.” Estas palabras, cargadas de sabiduría divina, nos llaman a una vida de santidad y discernimiento en nuestro caminar diario como hijos de Dios. Reflexionemos sobre el significado profundo de este versículo y cómo podemos aplicarlo en nuestra vida, siempre con un corazón lleno de amor y gratitud hacia nuestro Señor.

La Llamada a la Santidad

El llamado a abstenernos de toda especie de mal es una extensión de nuestra vocación como creyentes a vivir en santidad. Dios nos ha separado del mundo para que seamos un pueblo santo, consagrado a Él. En 1 Pedro 1:15-16 se nos recuerda: “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”

La santidad no es un conjunto de reglas externas, sino un reflejo de nuestra relación con Dios. Al apartarnos del mal, demostramos nuestro amor y obediencia a Él, quien nos ha redimido por medio de la sangre de Cristo. Este llamado no es una carga, sino una invitación a experimentar la libertad y la plenitud que solo se encuentran en una vida vivida en comunión con Dios.

¿Qué Significa “Toda Especie de Mal”?

El mal se presenta de muchas formas en nuestra vida cotidiana. Puede manifestarse en pensamientos, palabras, acciones e incluso en actitudes de nuestro corazón. La frase “toda especie de mal” nos desafía a examinar todas las áreas de nuestra vida, buscando identificar y evitar cualquier cosa que no sea conforme a la voluntad de Dios.

En Filipenses 4:8, Pablo nos da un filtro para nuestras decisiones y acciones: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” Cuando llenamos nuestra mente con lo que es bueno y puro, nos fortalecemos para resistir las tentaciones del mal.

El Discernimiento: Una herramienta clave

Para abstenernos del mal, necesitamos discernimiento espiritual. Este discernimiento es un regalo del Espíritu Santo que nos ayuda a distinguir entre lo que agrada a Dios y lo que no. Hebreos 5:14 dice: “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.”

El discernimiento se desarrolla a través de la oración, el estudio de la Palabra de Dios y la dependencia del Espíritu Santo. Cuando buscamos la guía de Dios en cada situación, Él nos ilumina y nos da sabiduría para tomar decisiones que glorifiquen su nombre.

La Importancia de guardar nuestro corazón

Proverbios 4:23 nos exhorta: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Nuestro corazón es el centro de nuestra vida espiritual, y lo que permitimos que entre en él influye en nuestras acciones y palabras. Al abstenernos del mal, protegemos nuestro corazón de la corrupción y nos aseguramos de que esté lleno de la verdad y el amor de Dios.

Esto incluye ser selectivos con lo que vemos, escuchamos y consumimos. Las influencias externas pueden afectar nuestra mente y corazón, ya sea para bien o para mal. Al elegir con cuidado lo que permitimos en nuestra vida, estamos demostrando nuestro deseo de agradar a Dios y caminar en su luz.

La Fuerza para responder al Llamado

El llamado a abstenernos de toda especie de mal puede parecer desafiante, pero no estamos solos en este camino. Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir una vida santa. En 2 Pedro 1:3 leemos: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.”

El Espíritu Santo es nuestro ayudador y consolador. Él nos capacita para resistir la tentación y nos da la fuerza para vivir conforme a la voluntad de Dios. Al caminar en dependencia del Espíritu, encontramos la gracia y el poder para apartarnos del mal y vivir en la plenitud de la vida que Dios desea para nosotros.

Ejemplos Prácticos de Abstenernos del Mal

  1. En nuestros pensamientos: Renueva tu mente con la Palabra de Dios y lleva cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Corintios 10:5).

  2. En nuestras palabras: Habla con amor y gracia, evitando la murmuración, las palabras hirientes o los chismes (Efesios 4:29).

  3. En nuestras acciones: Busca siempre actuar con justicia, bondad y humildad delante de Dios y los hombres (Miqueas 6:8).

  4. En nuestras relaciones: Rodéate de personas que te animen en tu fe y te desafíen a crecer espiritualmente (Proverbios 13:20).

  5. En nuestra adoración: Abstente de cualquier práctica que deshonre a Dios y busca glorificarlo en todo lo que hagas (1 Corintios 10:31).

Un Testimonio Vivo

Cuando nos abstenemos de toda especie de mal, no solo estamos protegiendo nuestra propia vida espiritual, sino también dando testimonio del poder transformador de Dios en nosotros. Nuestra santidad y compromiso con el bien son una luz que brilla en medio de un mundo lleno de oscuridad. Mateo 5:16 nos anima: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”

 Conclusión 

El llamado a abstenernos de toda especie de mal es un recordatorio de que nuestra vida pertenece a Dios y que estamos llamados a reflejar su carácter en todo lo que hacemos. Este camino no siempre es fácil, pero es posible con la ayuda del Espíritu Santo y el poder de la Palabra de Dios.

Que cada uno de nosotros abrace este llamado con corazones llenos de amor y gratitud, confiando en que nuestro Señor nos guiará y fortalecerá en cada paso del camino. Al hacerlo, experimentaremos la plenitud de su bendición y seremos un testimonio vivo de su gracia y bondad. ¡A él sea toda la gloria!


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Abstenerse de todo mal



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jueves, 20 de agosto de 2020

Anda en paz con todos

 En 1 Tesalonicenses 5:13, se nos exhorta de manera clara y amorosa: “Tened paz entre vosotros.” Estas palabras, cargadas de un profundo significado espiritual, nos llaman a cultivar y preservar la paz en nuestras relaciones dentro del Cuerpo de Cristo. Este mandato, dado por el apóstol Pablo, no es simplemente una sugerencia, sino un llamado a reflejar el carácter de nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida diaria.

La Paz: Un Fruto del Espíritu

La paz es uno de los frutos del Espíritu Santo mencionados en Gálatas 5:22-23. No es algo que podamos producir por nuestras propias fuerzas, sino un regalo divino que fluye de nuestra relación con Dios. Esta paz no depende de las circunstancias externas, sino de la presencia de Cristo en nuestros corazones. Como dijo Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Cuando experimentamos esta paz en nuestras vidas, somos llamados a compartirla con los demás. El mandato de “tener paz entre vosotros” implica un esfuerzo activo por mantener relaciones armoniosas y sanar las heridas que puedan surgir en nuestra comunidad de fe. Como hijos de Dios, estamos llamados a ser pacificadores: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).

El Ejemplo de Cristo

Jesucristo es nuestro ejemplo supremo de paz. A través de su vida, muerte y resurrección, Él reconcilió al hombre con Dios, derribando la barrera del pecado que nos separaba de nuestro Creador. Efesios 2:14 declara: “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación.”

Siguiendo el ejemplo de Cristo, debemos esforzarnos por derribar cualquier barrera que se interponga en nuestras relaciones con otros creyentes. Esto incluye actitudes de orgullo, resentimiento, falta de perdón y divisiones. En lugar de permitir que estas cosas arraiguen en nuestros corazones, estamos llamados a revestirnos de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3:14).

El Perdón: Clave para la Paz

La paz entre nosotros solo es posible cuando practicamos el perdón. En Mateo 18:21-22, Pedro preguntó a Jesús cuántas veces debía perdonar a su hermano, y Jesús respondió: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.” Esta respuesta nos recuerda que el perdón no tiene límites, ya que refleja la gracia ilimitada que Dios nos ha mostrado.

El perdón no significa justificar el pecado o ignorar el dolor que nos han causado. Más bien, es una decisión de soltar la ofensa y confiar en que Dios hará justicia. Al perdonar, liberamos nuestros corazones de la amargura y permitimos que la paz de Dios gobierne en nuestras vidas.

La Unidad en la diversidad

La iglesia es un cuerpo compuesto por personas de diferentes trasfondos, personalidades y opiniones. Esta diversidad es una bendición, pero también puede ser un desafío. En Efesios 4:3, Pablo nos insta a esforzarnos “por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.”

Preservar la paz no significa ignorar nuestras diferencias, sino aprender a amarnos y respetarnos a pesar de ellas. Debemos recordar que nuestra unidad se basa en nuestra fe en Cristo, no en nuestras preferencias personales. Cuando nos enfocamos en lo que nos une, en lugar de lo que nos divide, podemos vivir en paz unos con otros.

Practicando la Paz en nuestra Comunidad

¿Cómo podemos vivir este mandato de “tener paz entre vosotros” en nuestras iglesias y comunidades? Aquí hay algunas prácticas clave:

  1. Orar unos por otros: La oración intercesora nos ayuda a desarrollar un corazón compasivo y nos une como cuerpo de Cristo.

  2. Hablar con amor: Evitemos las palabras que dividen y elijamos palabras que edifiquen y animen a los demás (Efesios 4:29).

  3. Resolver conflictos de manera bíblica: Sigamos el modelo de Mateo 18:15-17 para abordar los malentendidos y las ofensas de manera respetuosa y amorosa.

  4. Practicar la humildad: Reconozcamos nuestras propias faltas y estemos dispuestos a pedir perdón cuando sea necesario (Filipenses 2:3).

  5. Fomentar la inclusión: Hagamos un esfuerzo consciente por incluir a todos, especialmente a los más vulnerables y marginados, en nuestras comunidades de fe.

La Paz como Testimonio

Cuando vivimos en paz unos con otros, damos testimonio del poder transformador del evangelio. En un mundo lleno de conflictos y divisiones, nuestra unidad y armonía como cuerpo de Cristo son una luz que atrae a los que están en tinieblas. Como dijo Jesús: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).

Además, nuestra paz interna y externa glorifica a Dios. Romanos 15:5-6 dice: “Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.”

 Conclusión 

“Tened paz entre vosotros” no es solo un mandato, sino una invitación a vivir en la plenitud de la gracia de Dios. Cuando abrazamos la paz de Cristo en nuestros corazones y la extendemos a los demás, experimentamos la alegría y el gozo que provienen de una relación íntima con nuestro Creador.

Que cada uno de nosotros sea un instrumento de paz en nuestras familias, iglesias y comunidades. Recordemos siempre que somos embajadores de Cristo, llamados a reflejar su amor y su luz en un mundo que tanto lo necesita. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde nuestros corazones y nuestras mentes en Cristo Jesús (Filipenses 4:7). ¡A Él sea toda la gloria!


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lunes, 20 de julio de 2020

Seamos la luz del mundo

Seamos la luz del mundo, y vivamos en la verdad, la pureza y el amor de Dios, reflejando esa luz hacia los demás para que, al vernos, puedan experimentar la belleza de Su presencia. Como una estrella en el firmamento, nuestra luz no debe apagarse, sino brillar con la belleza que Dios ha puesto en nuestros corazones.

 En la Biblia, el concepto de ser "hijos de luz" se utiliza con una profunda belleza espiritual. Nos invita a entender que somos llamados a reflejar la luz divina, a vivir en la claridad y verdad de Dios, alejándonos de las tinieblas del pecado y el caos. Este simbolismo de la luz es muy amoroso, pues transmite la idea de que estamos destinados a caminar en la pureza, el amor y la sabiduría de Dios, quien es la fuente de toda luz.

En otros términos, podríamos decir que ser "hijos de luz" significa ser abrazados por la presencia radiante de un amor infinito, que ilumina nuestro camino y nos llama a irradiar esa luz hacia los demás.

Uno de los versículos más hermosos sobre esto es Juan 12:36:
"Mientras tengáis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz."
Este versículo nos invita a vivir en esa luz de la que habla Jesús, como un regalo inmenso, que nos envuelve y nos transforma. Nos da una identidad de amor, pureza y esperanza, pues al ser "hijos de luz", nuestra vida se llena de una claridad divina que disipa cualquier sombra.

En Efesios 5:8, también se encuentra una preciosa llamada a vivir como "hijos de luz":
"Porque en otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz."
Aquí, la escritura nos recuerda nuestra transformación. Antes, quizás estábamos perdidos en las oscuridades de este mundo, pero al conocer el amor de Dios, nos hemos convertido en luz. Es como si Dios nos hubiera dado un nuevo brillo interior, invitándonos a vivir de acuerdo con esa luz, reflejando su bondad en nuestras acciones.

En 1 Tesalonicenses 5:5, también se hace esta referencia:
"Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas."
Este versículo refleja nuestra naturaleza transformada. Somos "hijos del día", llamados a vivir con la claridad y la alegría que la luz trae, dejando atrás las sombras de la oscuridad.

Ser "hijos de luz" no solo significa vivir en pureza, sino también llevar la esperanza a quienes nos rodean, tal como se menciona en Mateo 5:14-16:
"Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."
Aquí se nos recuerda que nuestra luz no debe esconderse, sino brillar para que otros puedan ver en ella el amor y la verdad de Dios. Somos llamados a iluminar los corazones de los demás con nuestras acciones, como una lámpara que, al brillar, lleva esperanza y claridad al mundo.

Isaías 60:1 también tiene una frase encantadora:
"Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti."
Esta es una invitación a cada uno de nosotros a levantarnos con alegría, a resplandecer como hijos de la luz, porque la gloria de Dios ha llegado a nosotros. Es un llamado a ser portadores de esa luz, que no solo nos ilumina, sino que también nos da fuerza para iluminar a otros.

Ser "hijos de luz" es un regalo profundo y transformador. Es vivir en la verdad, la pureza y el amor de Dios, reflejando esa luz hacia los demás para que, al vernos, puedan experimentar la belleza de Su presencia. Como una estrella en el firmamento, nuestra luz no debe apagarse, sino brillar con la belleza que Dios ha puesto en nuestros corazones.


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sábado, 20 de junio de 2020

La grandeza se encuentra en servir

 Sí, se puede decir con certeza que la verdadera grandeza se encuentra en servir, y esto es algo que vemos de manera clara y profunda a lo largo de la vida de Cristo. Él mismo ejemplificó este principio al vivir y enseñar que el servicio es el camino hacia la verdadera grandeza. 

1. El nacimiento de Jesús: Un acto de humildad y servicio desde el principio

Desde su nacimiento, Jesús mostró que la grandeza no se mide por el poder o el estatus, sino por la humildad y el servicio. Nació en un pesebre, en un contexto humilde, en lugar de un palacio real. Aunque Él es el Rey de reyes, se presentó al mundo de la manera más humilde posible.

  • Lucas 2:7: "Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón."

Este humilde comienzo nos enseña que la grandeza en el Reino de Dios no está en el lujo, sino en la disposición a servir, incluso en las circunstancias más humildes.

2. Jesús lavando los pies de los discípulos: El ejemplo máximo de servicio

Uno de los actos más poderosos y simbólicos de servicio de Jesús fue cuando lavó los pies de sus discípulos. Este acto fue un claro ejemplo de cómo Él no vino para ser servido, sino para servir. En la cultura de la época, lavar los pies era una tarea reservada a los siervos, y Jesús, al hacerlo, les mostró a sus discípulos que el servicio desinteresado es el camino a la verdadera grandeza.

  • Juan 13:12-15: "Después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, y volviendo a la mesa, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis."

Jesús les mostró a sus seguidores que la grandeza no se encuentra en ocupar una posición de poder, sino en servir humildemente a los demás. El Rey de todos se hizo siervo de los demás, marcando un ejemplo claro de lo que significa la verdadera grandeza.

3. El sacrificio de Jesús: Servir hasta dar la vida

La mayor demostración de servicio de Jesús fue su sacrificio en la cruz. Él entregó su vida por amor a la humanidad, lo cual es el acto más grande de servicio que alguien podría hacer. Al hacerlo, Jesús no solo enseñó sobre el servicio, sino que lo vivió de la forma más radical y sacrificial. Él no vino a buscar poder ni gloria, sino a dar su vida para rescatar a los demás.

  • Marcos 10:45: "Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos."

Este versículo muestra cómo Jesús, siendo el Hijo de Dios, eligió el camino del servicio total, incluso cuando ese servicio le costó su vida. A través de su sacrificio en la cruz, Él nos enseñó que la verdadera grandeza radica en dar y no en recibir.

4. El llamado al servicio: La enseñanza sobre el liderazgo

Jesús también enseñó a sus discípulos sobre el liderazgo, y cómo este no se debe basar en el poder o la dominación, sino en el servicio a los demás. En varias ocasiones, Jesús explicó que ser líder en su reino significa ser siervo, siguiendo su propio ejemplo de servicio.

  • Mateo 20:26-28: "Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos."

Aquí, Jesús redefine el concepto de grandeza. En el mundo, ser grande a menudo significa tener poder, control y respeto, pero en el Reino de Dios, la grandeza se mide por la disposición a servir a los demás con humildad.

5. Jesús como modelo de servicio continuo

A lo largo de su ministerio, Jesús sirvió de diversas maneras, sanando a los enfermos, alimentando a los hambrientos, perdonando los pecados, y enseñando la voluntad de Dios. Él dedicó su vida a ayudar a los demás, sin buscar gloria personal. Su vida fue un reflejo constante de servicio a la humanidad.

  • Mateo 14:14: "Al desembarcar, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a sus enfermos."
  • Marcos 6:34: "Al desembarcar, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas."

En estos versículos, vemos que Jesús, movido por la compasión, sirvió a las personas en sus necesidades físicas y espirituales, mostrando que la grandeza no es solo en el sacrificio personal, sino en la disposición a servir a otros con amor y empatía.

Corolario de 3 frases clave:

  1. "La verdadera grandeza radica en la humildad del servicio, no en el reconocimiento." Jesús vivió y enseñó que el servicio humilde es el camino a la verdadera grandeza, contrastando con las expectativas de poder y estatus del mundo.

  2. "Servir es un acto de amor, y el mayor acto de servicio es dar la vida por los demás." Jesús mostró que el servicio más grande es el sacrificio desinteresado, como lo hizo en la cruz, dándonos un ejemplo supremo de amor y servicio.

  3. "El liderazgo verdadero se mide por la capacidad de servir, no por la habilidad de dominar." En el Reino de Dios, el líder es aquel que se humilla para servir a los demás, siguiendo el modelo de Cristo.

Vemos que la vida de Jesús es un testimonio claro de que la verdadera grandeza no se encuentra en la fama, el poder o el control, sino en el servicio a los demás. Jesús no solo enseñó este principio, sino que lo vivió con su ejemplo, desde su nacimiento humilde hasta su sacrificio final en la cruz. Si queremos seguir a Cristo, debemos aprender a servir a los demás con amor, humildad y sacrificio.


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miércoles, 20 de mayo de 2020

El servicio a los demás

 Mateo 20:26-28

"Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos."


  • Jesús enseña que el verdadero liderazgo y grandeza en el Reino de Dios se demuestra a través del servicio a los demás, siguiendo su propio ejemplo.
Servicio a lo demás

Este pasaje forma parte de una conversación entre Jesús y sus discípulos. En el contexto previo, los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, pidieron a Jesús que les concediera un lugar de privilegio en su reino, uno a su derecha y otro a su izquierda (Mateo 20:20-21). Esto generó indignación entre los otros discípulos, quienes se sintieron molestos por la solicitud de los hermanos.

Ante esta situación, Jesús aprovecha la oportunidad para enseñar a todos sus discípulos sobre la verdadera naturaleza del liderazgo en su reino, que es completamente diferente a las expectativas mundanas.

Versículos clave: Mateo 20:26-28

"Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos." (Mateo 20:26-28)

Exposición:

  1. El desafío a las ambiciones mundanas: En la cultura en la que vivían los discípulos, el poder y la grandeza se medían en términos de estatus, reconocimiento y dominio sobre los demás. Los líderes eran aquellos que podían mandar y hacer que los demás los sirvieran. Sin embargo, Jesús les presenta una visión radicalmente diferente sobre la grandeza. Les dice que, en su reino, la verdadera grandeza no se alcanza por la posición de poder, sino a través del servicio a los demás.

    La grandeza cristiana no está en tener poder sobre otros, sino en ponerse al servicio de los demás, en humildad y amor. Esto contrasta con las ideas del mundo, donde la jerarquía y la dominación son consideradas señales de poder.

  2. El concepto de liderazgo en el Reino de Dios: Jesús enseña que el liderazgo en su reino se basa en el servicio desinteresado. El líder en el Reino de Dios es aquel que pone las necesidades de los demás por encima de las suyas, que está dispuesto a sacrificarse por el bien de los otros. En lugar de exigir ser servido, el líder cristiano se hace servidor de los demás.

    La palabra griega usada para "siervo" en estos versículos es "doulos", que significa literalmente esclavo. Este término implica una disposición completa a servir, a renunciar a los propios intereses en favor de los demás. Esto muestra la actitud que Cristo mismo tenía: un servicio sacrificial y desinteresado.

  3. El ejemplo de Jesús: Jesús no solo predica el servicio, sino que lo practica. En el versículo 28, dice: "como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir...". Jesús mismo, siendo el Hijo de Dios, el Rey de reyes, no vino al mundo buscando que le sirvieran, sino a dar su vida por los demás. Su vida culminó en el sacrificio en la cruz, un acto supremo de servicio y amor, en el cual dio su vida en rescate por muchos.

    Esto subraya el patrón supremo de servicio: Jesús no solo enseñó con palabras, sino con hechos, mostrando que el servicio verdadero implica sacrificio, incluso el sacrificio de la propia vida por el bienestar de los demás.

Corolario y 3 frases clave:

  1. "La verdadera grandeza se encuentra en servir, no en ser servido."
    En el Reino de Dios, el valor de una persona no está en su posición, sino en su capacidad para poner sus talentos, tiempo y energía al servicio de los demás. Servir a los demás, especialmente a los más necesitados, es lo que refleja la verdadera grandeza ante Dios.

  2. "El liderazgo en el Reino de Dios es sinónimo de sacrificio y humildad."
    Para ser líder en el Reino de Dios, no se requiere poder, riquezas ni reconocimiento, sino una actitud de humildad y sacrificio. Jesús mismo es el modelo de este liderazgo, donde el servicio se convierte en la clave para ser el primero en el Reino.

  3. "El servicio desinteresado refleja el corazón de Cristo."
    Al servir a los demás de manera desinteresada, sin esperar nada a cambio, imitamos a Jesús, quien vino a dar su vida por amor a nosotros. Este servicio refleja el amor sacrificial de Cristo por la humanidad y es el modelo a seguir para los discípulos de hoy.

Esto desafía nuestra forma de pensar sobre el poder y el liderazgo. Jesús nos invita a dejar atrás las expectativas mundanas de éxito y nos llama a seguir su ejemplo de servicio sacrificial. La verdadera grandeza en su Reino se mide en la capacidad de amar y servir a los demás, poniendo sus necesidades por encima de las nuestras. Si deseamos ser como Cristo, debemos abrazar el servicio, el sacrificio y la humildad como los pilares fundamentales de nuestra vida cristiana.




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Salvador



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lunes, 20 de abril de 2020

El servicio

 Dios nos llamó a servir, y a servir con amor. 

Un día, mientras Cristo enseñaba, uno de los escribas le preguntó: “¿Cuál es el primer mandamiento?” y Jesús le respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas". 

La respuesta provenía de una enseñanza que ya conocían los Judíos, por lo Jesús agregó a esto, “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12:28–31).

Cuando nos adentramos en esto, comprendemos que estos no son simplemente mandamientos o estatutos fríos de disposiciones antojadizas dadas por sí, sino que en realidad encierran la verdad del evangelio, el amor. Y el amor trae consigo aparejado el servicio, como esencia misma. 

No hay amor sin servicio, aunque pudiera haber servicio sin amor, que es por obligación o fuerza, o temor, y eso no es bueno. 

Una gran parte de la vida del Salvador se dedicó a la enseñanza del amor, por lo que a veces se llama a su Evangelio “el Evangelio de amor”. Él nos enseñó que solamente cuando amamos a los demás somos Sus discípulos (véase Juan 13:35). Nos dijo que debíamos amar incluso a nuestros enemigos (véase Mateo 5:43–44). Sólo pocas horas antes de Su crucifixión, Jesús dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34).


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«Dios te ama»

El servicio.



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