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sábado, 31 de mayo de 2025

Escucha la voz de la sabiduría

“Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, y estad atentos, para que conozcáis cordura. Porque os doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley. Porque yo también fui hijo de mi padre, delicado y único delante de mi madre. Y él me enseñaba, y me decía: Retenga tu corazón mis razones, guarda mis mandamientos y vivirás.” (Proverbios 4:1-4)

El libro de Proverbios es como un tesoro de cartas de amor y advertencia de un padre hacia su hijo. Aquí, Salomón habla como padre, pero también como hijo que recibió sabiduría. Nos muestra que la instrucción piadosa no es un invento humano, sino un legado espiritual que debe ser transmitido de generación en generación. No es solo información, es formación. Es la diferencia entre vivir guiados por la luz de Dios o caminar a tientas en las tinieblas.

Salomón comienza diciendo: “Oíd, hijos…”. Escuchar es más que oír con los oídos, es inclinar el corazón, prestar atención con humildad y deseo de aprender. La cordura y la sabiduría comienzan cuando decidimos escuchar la voz correcta: la voz de Dios, que muchas veces llega a través de nuestros padres, líderes espirituales o la misma Palabra. Y no se trata de oír una vez, sino de permanecer atentos, dispuestos a obedecer.

Él recuerda: “Yo también fui hijo…”. Salomón reconoce que la sabiduría que ahora comparte no nació de él, sino que la recibió de su padre, David. Así es la vida espiritual: recibimos para dar. La instrucción que guardamos en el corazón no es pesada ni limitante; es un camino hacia la vida. Cuando obedecemos los mandamientos del Señor, no solo evitamos el mal, sino que encontramos la plenitud y el propósito para el cual fuimos creados.

Hoy, más que nunca, necesitamos retener en el corazón las palabras de Dios. No basta con leerlas o escucharlas, debemos guardarlas como un tesoro que no permitimos que nadie robe. Porque, como dice el verso 4, “guarda mis mandamientos y vivirás”. La vida verdadera no está en la acumulación de bienes ni en el éxito terrenal, sino en caminar cada día en la luz y la voluntad de nuestro Padre celestial.


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