“Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos” (Proverbios 3:1)
La sabiduría de Dios no solo es un consejo; es una guía viva, una luz que alumbra el camino del justo. En este versículo, el Señor se dirige a nosotros con ternura: “Hijo mío…”. Es la voz amorosa del Padre celestial hablándole a sus hijos, llamándolos a recordar y abrazar su Palabra como algo precioso y vital.
La memoria espiritual
“No te olvides de mi ley…” — olvidar la ley del Señor no significa únicamente dejar de recordarla, sino también dejar de vivirla, de valorarla y de tenerla presente en cada decisión diaria. En medio de un mundo que distrae, confunde y relativiza, Dios nos llama a cultivar una memoria espiritual constante, que mantenga su verdad viva en nuestra mente y en nuestro corazón.
Olvidar Su ley es vivir por impulsos, por emociones, o por las costumbres de este mundo. Recordarla, en cambio, es andar en obediencia, con humildad, reconociendo que Sus caminos son más altos que los nuestros.
Un corazón que guarda
“…y tu corazón guarde mis mandamientos”. Esta segunda parte del versículo profundiza aún más. No se trata solo de una obediencia externa, ritual o automática. Dios desea que nuestro corazón—el centro de nuestro ser—sea el lugar donde Su Palabra habita con deleite y reverencia.
Guardar sus mandamientos en el corazón es amarlos, valorarlos, meditarlos y vivirlos desde lo profundo del alma. Es decir: “Señor, tus caminos son mejores que los míos. Tus mandamientos son vida para mí”. Esta obediencia no nace del miedo, sino del amor.
Una relación y no solo una regla
Este versículo es la base de una relación de comunión con Dios. No es una fría imposición legalista, sino una invitación paternal. Como un padre sabio que desea lo mejor para su hijo, así Dios nos ofrece su ley: no como carga, sino como protección, guía y bendición.
Recordar Su ley y guardarla en el corazón nos aleja del mal, nos libra del error, y nos permite caminar en paz. Quien ama la Palabra, ama también al Dios que la dio, y ese amor transforma toda su manera de vivir.
Conclusión
Proverbios 3:1 es una llamada a la fidelidad constante. En los días buenos y en los difíciles, en la abundancia y en la necesidad, la ley del Señor debe ser nuestra delicia y nuestra ancla. Que no se aparte de nuestros pensamientos ni de nuestro corazón. Que la guardemos como el mayor de los tesoros.
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