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viernes, 20 de junio de 2025

La sabiduría es lo principal

“Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.” (Proverbios 4:7)

Este versículo es breve, pero su mensaje es inmenso. Salomón, considerado el hombre más sabio de su tiempo, declara que la sabiduría no es un accesorio de la vida, sino el fundamento sobre el cual todo lo demás debe construirse. En otras palabras: si tienes muchas cosas, pero no tienes sabiduría, tarde o temprano todo se desmoronará.

La frase “Sabiduría ante todo” nos invita a establecer prioridades correctas. En la vida podemos buscar muchas cosas: éxito, dinero, relaciones, comodidades, experiencias… pero ninguna de ellas garantiza una vida plena si no están acompañadas de sabiduría. Al contrario, pueden convertirse en una carga o un peligro si se usan mal. La sabiduría es la que nos enseña a manejar bien lo que tenemos y a tomar decisiones que honran a Dios.

Luego dice: “Adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia”. Esto no se logra de manera automática ni por simple deseo. La palabra “adquiere” implica esfuerzo, inversión y disciplina. Es como buscar un tesoro: requiere tiempo, sacrificio y constancia. Muchas veces preferimos acumular bienes materiales, pero Salomón dice que incluso si tuvieras que intercambiar tus riquezas por sabiduría, saldrías ganando. La inteligencia aquí no se refiere solo a conocimiento académico, sino a la capacidad de entender y aplicar la verdad en la vida diaria.

Ejemplo práctico

Imagina que alguien recibe una gran herencia sin saber administrar su dinero. En poco tiempo podría perderlo todo por malas decisiones. En cambio, una persona con sabiduría financiera, aunque empiece con poco, puede hacerlo crecer y disfrutarlo de forma correcta. Así funciona en todas las áreas: matrimonio, trabajo, amistades, salud… la sabiduría es lo que sostiene lo que recibimos.

Una anécdota ilustrativa

En una ocasión, un joven preguntó a un anciano cristiano: “Si pudieras pedirle a Dios una sola cosa, ¿qué le pedirías?”. El anciano respondió: “Le pediría sabiduría, porque con ella sabría cómo pedirle todo lo demás”. Esa respuesta resume perfectamente este versículo: cuando tenemos sabiduría, tenemos la llave para vivir conforme al propósito de Dios.

Aplicación para nosotros

Hoy en día, el mundo nos presiona a buscar éxito rápido, reconocimiento y satisfacción inmediata. Pero la Biblia nos llama a invertir primero en lo que dura para siempre: la sabiduría que proviene de Dios. Se obtiene escuchando Su Palabra, obedeciéndola, aprendiendo de experiencias y caminando junto a personas piadosas que nos guíen.

Haz de la sabiduría tu meta principal. Invierte tiempo en la presencia de Dios, en la lectura de la Biblia, en aprender de consejos sabios. Si lo haces, todo lo demás tendrá dirección, propósito y bendición.


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«Haz de la sabiduría tu meta principal»

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miércoles, 11 de junio de 2025

No abandones la sabiduría y ella te guardará

“No la dejes, y ella te guardará; ámala, y te conservará.” (Proverbios 4:6)

Este versículo es como una promesa doble envuelta en un mandato. Salomón nos habla de la sabiduría como si fuera una persona cercana, casi como una amiga fiel o un protector personal. Aquí no está hablando de un conocimiento frío o técnico, sino de una relación viva con la sabiduría que viene de Dios. La presenta como algo tan precioso que merece ser amado y cuidado.

La primera parte es clara: “No la dejes, y ella te guardará”. Esto implica que existe la posibilidad de dejar la sabiduría. No se trata de perderla por accidente, sino de tomar la decisión —consciente o inconsciente— de apartarse de sus caminos. Esto sucede cuando dejamos de obedecer lo que ya sabemos que es correcto, cuando ignoramos la voz del Espíritu que nos guía, o cuando preferimos seguir las corrientes del mundo. Pero si permanecemos firmes en la sabiduría divina, ella se convierte en un escudo que nos protege de decisiones necias, de trampas del enemigo y de consecuencias dolorosas.

La segunda parte dice: “Ámala, y te conservará”. Aquí entra el corazón en juego. No basta con “tener” sabiduría como algo que guardamos en un cajón para usar de vez en cuando; hay que amarla. Amar la sabiduría es deleitarse en vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, encontrar gozo en la verdad y no en la mentira, disfrutar el camino recto aunque a veces parezca más difícil que el torcido. Cuando amamos la sabiduría, nuestro compromiso con ella no es solo intelectual, sino emocional y espiritual. Es un amor que nos mantiene cerca de Dios y nos preserva de caer.

Ejemplo práctico

Piensa en un cinturón de seguridad. No es suficiente tenerlo en el auto; hay que ponérselo. Un conductor que lo usa cada vez que maneja está protegido en caso de un accidente. Pero alguien que lo ignora, aunque lo tenga allí, está expuesto al peligro. Así es la sabiduría: no basta con “tenerla” en la mente, hay que aplicarla y vivirla.

Una anécdota de vida

Recuerdo a una mujer mayor decía: “Hijo, yo amo la Palabra de Dios porque me ha librado de muchos problemas que ni siquiera llegué a ver”. Con el tiempo entendí que ella hablaba de situaciones que nunca se convirtieron en crisis porque, al seguir principios bíblicos, se mantuvo lejos de caminos peligrosos. Amar la sabiduría no solo nos saca de los problemas, sino que muchas veces nos evita entrar en ellos.

Aplicación para nosotros

Este versículo nos llama a una relación activa con la sabiduría. Dios nos da su Palabra para que vivamos bajo su guía constante. No la dejemos por la comodidad, la presión social o el impulso de hacer lo que sentimos en el momento. Más bien, cultivemos un amor profundo por la verdad y la justicia.

Hoy puedes decidir: “No dejaré la sabiduría, la amaré”. Y la promesa es clara: si permaneces en ella, te guardará y te conservará. Ese es un cuidado que ninguna póliza de seguro terrenal puede igualar.



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«No dejaré la sabiduría, la amaré»

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jueves, 5 de junio de 2025

La importancia de adquirir sabiduría

“Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca.” (Proverbios 4:5)

La instrucción aquí es clara y directa: “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia”. El verbo adquirir nos habla de acción, de movimiento, de un esfuerzo intencional por obtener algo valioso. La sabiduría no llega por casualidad; no es un don que simplemente cae del cielo sin búsqueda ni dedicación. Es un tesoro que debe ser buscado como quien escarba para encontrar oro o piedras preciosas. Y no cualquier sabiduría, sino la que proviene de Dios, porque solo ella permanece y nos conduce a la vida eterna.

Salomón, el hombre más sabio de su tiempo, no nos dice: “espera a que la sabiduría te encuentre” sino “adquiérela”. Esto implica disciplina espiritual: leer la Palabra cada día, meditar en ella, pedir a Dios entendimiento en oración, aprender de hombres y mujeres piadosos que caminan con el Señor. Significa apartar tiempo, renunciar a distracciones y priorizar el alimento espiritual sobre el entretenimiento pasajero. Tal como un agricultor invierte tiempo en preparar la tierra para la cosecha, nosotros debemos invertir tiempo en cultivar nuestro corazón para recibir la semilla de la sabiduría.


Luego, el versículo añade: “no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca”. Aquí hay una advertencia: incluso si un día recibimos instrucción de Dios, el peligro está en olvidarla o apartarnos de ella. La vida está llena de voces, opiniones y tentaciones que quieren desviar nuestra atención. Por eso, la sabiduría no es solo adquirirla una vez, sino perseverar en ella, guardarla en la mente y el corazón, y aplicarla en las decisiones diarias.

Un ejemplo práctico

Imaginemos a una persona que aprende a manejar un vehículo. Al principio, se esfuerza en recordar cada paso: el embrague, la palanca de cambios, las señales de tránsito. Con el tiempo, si descuida la práctica o ignora las normas, corre el riesgo de accidentes. Lo mismo sucede con la sabiduría espiritual: si dejamos de aplicarla, nos olvidamos de ella y comenzamos a actuar de forma imprudente. El resultado son errores, heridas y caminos equivocados.

Una anécdota de vida

Hace algunos años, un joven me confesó que dejó de congregarse porque “ya conocía lo básico” de la Biblia. Pasaron unos meses, y en medio de una crisis tomó decisiones que lo llevaron a perder su trabajo y a dañar relaciones importantes. Al buscar ayuda, reconoció: “Me aparté de lo que sabía, y lo olvidé”. Ese joven entendió, a través del dolor, que la sabiduría no es un curso que se termina, sino una vida que se vive cada día.

Aplicación para nosotros

Dios nos llama a buscar la sabiduría como prioridad diaria. No basta con haber leído la Biblia alguna vez, ni con haber escuchado sermones en el pasado. Cada día trae nuevos retos, y necesitamos renovar nuestro entendimiento a la luz de la Palabra. Recordemos que adquirir sabiduría es invertir en la eternidad, y apartarnos de ella es ponernos en riesgo espiritual.

Hoy, el Señor te dice: “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides”. Toma esa decisión consciente: abre tu Biblia, ora, busca consejo piadoso, y mantente en el camino de la verdad. Porque quien guarda la sabiduría, guarda su vida.



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